viernes, 19 de febrero de 2016

Atenta invita(evacua)ción

Me mudo.
No es que les abandone pero también, y será más seguro, me encontrarán por allá.
¿Por qué?
Para no mezclar lo viejo con lo nuevo, que este sea unicamente un recinto para acordarme de mi pubertad, de momento.
Gracias por la comprensión.
Y gracias por leer.

El diablo en los detalles

martes, 7 de julio de 2015

Kinski mi amor, o del dilema de ocultar a un monstruo

Me cabe en el espacio entre el índice y el pulgar. Su cuerpecito de miles de píxeles, su miniatura en la pantalla me cabe en la palma. Fue alemán de nacimiento como sus padres, por lo tanto, creo que fue alto. Casi un metro con ochenta. Pero hay más razones para considerarlo un gran hombre; su lengua, por ejemplo, también era descomunal como su genio. 

Miro las entrevistas y me desconcentro. Está ahí, detrás de los labios carnosos hay una lengua voluptuosa que está latiendo: presume su dominio del francés, su prodigiosa dicción en cualquier tipo de parlamento y su ardiente carrera sobre otras lenguas (bocas femeninas mejor dicho). 

Afuera donde no hay cámaras ni contratos que cumplir; cuando no hace de tirano, deja de ser la ira de Dios y no le cubre una capa de vampiro no disminuye su talento, fuera de eso y sin eso (estoy segura), que cualquier mujer podría quererlo. Amarlo impulsivamente porque mire usted esos ojos de azul voraz, la frente amplia y solícita a gesticulaciones varias, el hambre en su cuerpo esbelto, los rasgos varoniles de su rostro que circunscriben la nariz altiva y la prodigiosa boca grande.

Ansío salvajemente tu boca de fresa es el libro donde relata su romance con una chica menor de edad. Para un hombre como Klaus Kinski, para mí que aspiro a conocerlo, es natural un pasaje así...¡amó a tantas mujeres!  Nos quiso a todas porque tuvo mucho amor y libido que repartir. Sin embargo, después viene lo ruin.


Fue un tipo de carácter difícil: un loco que derrumbó la puerta del baño tras veinticuatro horas de encierro por la rabieta provocada al ponerse una camisa mal planchada. Sus vecinos contaron a Herzog, cineasta y enemigo íntimo, la de veces que se rehusaba a pagar el alquiler y las noches que les interrumpía el sueño con su larga memorización de libretos: dolores de cabeza calculados a propósito.

Otra anécdota interesante es aquella  en la que invita a cenar a un crítico de teatro que escribió algunas líneas sobre su pequeña participación en una obra. El crítico, mientras mastica su comida, cita el artículo y repite lo "magnífico" que estuvo Kinski en el escenario; contra la lógica de la mayoría, el actor a manera de respuesta le arroja las papas calientes a la cara porque se ha ofendido: ¡él ha estado más que magnifico!


Su temperamento volátil también lo llevó a discutir con personas de su público en medio de su monólogo sobre Jesucristo. Exasperado por todos los morbosos que iban a ver únicamente cómo se enfurecía optó por colgar el micrófono (lo abandonó como un muerto ahorcado por un cable negro) y salir del escenario sin oportunidad de negociar. Al final rompió el contrato de muchos millones de marcos que lo llevaría de gira por el mundo. ¿Pedante? ¿payaso malagradecido? ¿actor de quinta? ¿esputo narcisista? No. ¡Genio!

Miré Fitzcarraldo (1982) sin esperar mucho, luego (de inmediato) me deshice en aplausos: ¡bravo Klaus, bravo!
Navegó en un barquito  escuchando una ópera a través de la amazonia peruana, su obsesión rodeada de ríos y paisaje umbroso. ¡Ay mi Klaus! ¡Chocolatito amargo! ¡Terrón de cielo! ¡Querubín conspicuo!

Yo necesito amor (1992) es su libro autobiográfico, lo leí hace poco y lo disfruté muchísimo. Narra desde los días en que su padre robaba tabletas de chocolate de las tiendas, hasta la época de oro en que va de almacén en almacén comprando sedas y pieles con las que agasaja a su familia; sus inicios con Hamlet y la feliz presencia del motor de su Jaguar en su vida. Sufrí mucho con él, no sé si soy muy débil o es parte del embelesamiento post Kinski. Su niñez sin guantes ni baño propio me acongojaron y dije varias veces con absoluta seguridad: "Sí Klaus, lo mereces todo, lo mereces todo. ¿Quién va entenderte? ¿Quién te acompañó? ¿Quién?"

En su historia son escasas las páginas en donde se ausentan las mujeres o sus encuentros sexuales. Fue sin lugar a dudas un (delicioso) sátiro empedernido. Figuran en su lista de  flechazos amigas de la juventud, la "giganta" de una aldea asiática, azafatas japonesas, actrices italianas, la hija de un magnate del petróleo, algunas púberes y sí... su propia hija.

Sin citar textualmente recuerdo algo como "Pola me tiene más loco que nunca" o "Pola tiene trece años y cada vez me gusta mucho más", esas líneas no me remitieron nada perverso sino todo lo contrario.
Cuando puse en marcha mis investigaciones, porque quería saber mucho, di con las confesiones de Pola, la primogénita. Las portadas de periódicos, fotos donde él la sostuvo en brazos, encabezados sobre la cara triste de Pola a los cuarenta apenas liberada. Les adelanto, ella dijo que abusó de ella horas antes de su primera comunión, y la última vez que lo permitió, a los diecinueve, la había mandado a comprar condones... ¡Cerdo! ¡basura! ¡trasero!

Quisiera decir todo eso, enfurecerme y retractarme de mis halagos pero me es imposible: no puedo negarle mi cariño, mi admiración ni mis aplausos. Pero tampoco puedo borrar esa mancha sobre su cara y sus manos; no puedo botar sus pecados sobre la estera para que el mundo le perdone, no puedo ver a un degenerado detrás de sus personajes porque sé que sus risas son  tres veces más sucias en realidad. Y a la vez, regresan a mí los pasajes de su sufrimiento, su vagar sobre espinas, capítulos donde sin querer se revela a si mismo como una criatura tierna. La foto donde una mariposa se le para en el rostro y después el sonríe, ¡la sonrisa más dulce del mundo!

Mis preguntas serían: ¿debe uno tomar en cuenta la historia detrás del artista? ¿interesa el lado humano del  artista? ¿la historia debe respaldar al trabajo del sujeto? ¿sólo importa lo que ocurre en las películas?

Me parece un poco injusto insultarlo después de muerto y sobre todo, negar sus dotes y aciertos  como actor durante una época difícil (sí, como todas las épocas pero ninguna como aquella). Por otro lado persiste la desgracia de Pola y la justicia que el destino y ese hombre en particular le deberán por siempre.

Yo no puedo querer a un hombre ruin, sin embargo lo hago y todavía me atrevo a gritarle: "¡Kinski que grande fuiste, sos lo más...!"

Probablemente no sea mi tarea juzgarlo, quiero decir, poner al mundo en su contra o a sus pies junto conmigo. El problema es que mientras yo lo veo hablando sobre Jesús, o cuando se pavonea magistralmente como Fitzcarraldo,  hay una cubeta que pende sobre él con algo espeso dentro; las gotas que resbalan de la cubeta caen sobre su traje en turno y no se puede ignorar una suciedad de ese calibre.

Parte de mi simpatía, no lo niego, nace de pura atracción física en cada una de sus partículas pero la otra parte, que no es pequeña, fue cultivada únicamente de escucharlo y de su manera de hacerse escuchar. Quienes lo hayan visto actuar entenderán que no lo alabo en vano.

 
Me temo que los comentarios sobre él siempre girarán en torno a su cólera, a su vileza, al abuso, a sus peleas por nada, a todos su defectos. Le volverán a señalar como un tipo mal encarado incluso después de muerto será un incomprendido. 

Sí Klaus, sí vida mía, sí necesitas amor, mucho amor, cuanto para soportarte, sí Kinski, sí corazón...

miércoles, 7 de enero de 2015

Descubrí a la Desconocida...

Hace cinco años, aunque me suena más cuatro, tuve la fortuna de leer por primera vez una obra de Stefan Zweig; me ahorro las presentaciones porque asumo que deberían  tener alguna noción del nombre que con tanto respeto menciono o que al menos ya han abierto una pestaña extra del buscador para consultar la Wikipedia.
Aquella primera vez fue con una novelita, y el diminutivo lo agrego a que la extensión de la historia así lo reclama, a la que por media hora me entregué con un afán inexperto y crédulo. Carta de una mujer desconocida (1927) se llamaba. Por una noche mis ojos ardieron por el exceso de atención y la tristeza de la que también formaban parte, la historia de un amor inconcluso, nunca antes mejor dicho, platónico. Estaba leyendo la carta de mi Doppledänger
dirigida a un insensato encantador, mierda. Recuerdo haber llorado porque me sentía expresada por una mujer ( que en realidad era un hombre austríaco de casi cuarenta años) que sufría tanto como yo por alguien que no la conocía. Mierda. Por esos años me sentía atraída al cantante de cierta banda alemana que bueno...imagínense el fanatismo acumulado en una niña del siglo XXI: enfermizo, ciego, mal argumentado, iracundo pero sincero y muy loco. No me disculpo.
Prácticamente había hallado una "biblia" en la cual refugiarme para cuando me sintiera más lejana e invisible a los ojos de mi Fulano.
Epa. Quiero recalcar las fuertes revelaciones a las que accedí leyendo este libro, una de ellas, que entregándome servilmente al sacrificio y alineándome a una meta en concreto ( bastante boba) y negándome a la felicidad de cualquier tipo iba a ser recompensada; como que quería abrirme paso haciendo el oficio de Santa para ocupar el de amante. Algo así. En mi cabeza sucedía la venganza que yo realizaba en nombre de la desconocida, en la que yo lograba dar el salto de la fila de autógrafos al escalón del altar. Y había maquinado un plan conjurando que eso tenía que pasar porque... bueno, no había una razón en concreta pero la lógica de los cuentos felices (los otros, no Grimm ni Andersen obviamente) decreta que después del sufrimiento viene el príncipe.

 Cuento esto con el propósito de ganarme una que otra sonrisa comprensiva exhalada por la ternura enterrada en aquel sueño o inconsciencia, no les perdonaría la risa pronta e hiriente. Resumo: esta historia me parecía La Gran Tragedia Nunca Antes Imaginada Ni Contada Tan Bien Como Zwieg Lo Hace, Alabado Sea El Autor y Este Clásico de Clásicos Obligatorios.

Transcurrieron los años, me emociona obviar esta parte, para que yo cambiara. Un día me olvidé de esos planes y de ese cariño.
He tomado el libro de nuevo, lo leí esperando reencontrarme con muchos sentimientos y al llegar al último punto no se insinuó ninguna lágrima en mi mirada ni un cambio minúsculo en la tesura de mi garganta. ¿Es acaso que soy una piedra? no les he pedido que respondan, simplemente no lo creo.
No negaré que he disfrutado de esta relectura, me gustó mucho y hallé más de una frase hermosa: "Quiero contarte mi vida, esta vida mía que en realidad comenzó el día en que te conocí. Antes no hubo en ella sino algo turbio..." (5).

Sin embargo me pareció a ratos muy melosa y asfixiante, ello provocaba que se nublara la abnegación desinteresada de la 
desconocida dejando más una sensación de reclamo que de confesión: "He preferido echarlo todo sobre mí, antes que convertirme en una carga para ti y ser la única, entre todas las mujeres que has conocido, en la única que puedas pensar con amor y gratitud." (14). Al final tuve el panorama de una venganza vestida de "última voluntad", ¿qué de romántico tiene enviarle al Gran amor, justo el día de su cumpleaños, una carta donde le relatas que su único hijo ha muerto a causa de no supo ni querer ni ser fiel a la mujer que seguramente lo amó más? Aquella a la que viste como una simple niña pobre, aquella a la que trataste de prostituta fue en realidad la madre de tu hijo, y echaste a perder la vida de ambos.

 Esta lectura fue hecha con mayor paciencia, ocupando pinzas y lentes potentes para el escrutinio serio de líneas, atmósferas y sentimientos, ya no míos por supuesto.
Eché un poco de menos sentirlo como en propia carne, me pregunté varias veces ¿de dónde venía esa fuerza y por qué me hacía llorar?
Esta vez no leí una historia de amor sino una de injusticias y elitismo, con la burguesía (qué sorpresa) en la parte derecha del ring representado a los rudos, y les adelanto que sí, terminan siendo desenmascarados.

Acabo de reconocer que fue de esta obra donde saqué mi tendencia a escribir  siempre con un tono de preocupación y candidez, por ello  siempre lo hacía en primera persona y ahora...ahora... ME RESULTA TAAAAAN INSUFRIBLEMENTE ÑOÑO. Gracias Zweig por darme pasajes por lo cuales me tengo que avergonzar.
Las primeras clases de Literatura grecolatina giraron en torno a definir lo clásico, buscando respuesta en un texto de Italo Calvino "¿Por qué leer clásicos?" (19??), recuerdo que el autor expresaba que un clásico se denominaba así por su naturaleza universal, por ser de las lecturas que no se leen sino se releen y siempre se encuentra algo nuevo, porque impregnan a la realidad de episodios, personajes y referencias que señalaríamos sin problema "Ah como sucede en el libro de ...". Al final remataba con la idea de que cada quien hace  su biblioteca personal de clásicos.
Y entorno a esto puedo imaginarme a alguien sumando título tras título en las estanterías, sin embargo, me resulta un poco triste hacer esto la inversa, quitar este libro de su sitio elevado para llevarlo a un rincón de buen aspecto.
Querido Zweig, perdóname pero no es personal en realidad culpo a mi percepción inmadura de antaño por ocasionar este malentendido.

lunes, 29 de diciembre de 2014

No estoy muerta.

No lo estoy. Sus rezos me han resucitado, como un beso romántico dado sobre los labios de un pescado saltarín. Sientan esas branquias que vuelven a respirar en las profundidades del agua.
Es por ustedes.
Soy Lázaro y salí de mi cueva.
He visto el nuevo mundo, ya quiero destruirlo. Los voy a dejar infértiles a todos ustedes bestias necias y cíclopes ciegos. No verán nunca otra cigüeña en el cielo.

Nada de mí ha muerto.

Lo único muerto aquí son aquellas aspiraciones efebas que tenía y tuve que matar.
Voy a imponer mandatos que vienen de allá arriba, de mi cabeza.

Regla número uno, yo mando.
Regla número dos, no esperes a que sea amable.
Regla número tres, tomarás mi palabra de la manera que yo lo diga, tan en serio como yo lo juzgue.

Yo predico:
"No uses el vocablo reader para referirte a ti mismo o alguien más ( como si pensaras en alguien más aparte de ti, o mejor dicho, como si pensaras) como un "fanático de la lectura" a menos que quieras verte como un imbécil que confundió mi recinto con su estúpida cuenta de  Instagram, por ejemplo".

Regla número cinco, no existe la regla número cuatro.

Regla de oro, para entrar aquí necesitarás portar algún documento que acredite que eres mayor de edad y por lo tanto accedes a portarte como una persona responsable, madura y congruente. O por lo menos que intentarás no hacer rabietas ni pucheritos de bebé recién zurrado. Necesito tu cartilla de vacunación para comprobar que estás protegido contra alergias, eccemas y calenturas; que no planeas propagar rabia. Que no te has practicado ninguna lobotomía o su equivalente: haber  pertenecido a algún fandom que rinda culto a la falsa literatura para gente propensa a los barros y a los falsos ídolos con vidas de Happy end ( incluso si su hermana muere en el último libro sigue siendo una pérdida de tiempo o saga o trilogía o como quiera que la conozcas). No quiero niños hurgando por aquí.

¿Que apenas vas a cumplir los doce? Largo de aquí. Fuera, fuera, fuera. Vete de aquí púber, vete antes de que me dejes tu reguero de menarquia. Puaj, guácala.

Y va también para ustedes quinceañeros. No pisen esta tierra porque no son bienvenidos y no me importa qué tan cool los consideren en sus respectivas secundarias, recuerden que para mí apenas son nadie, incluso menos que eso.

¿Acaso eres diferente? Entra pues, me has hecho reír y mereces dar un vistazo.

Si estás libre de culpas lanza la primera piedra, es esta tu tierra prometida.
El que decida seguirme nunca volverá a ser un hazmerreír.

Amén.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Relevantes del 2013. De uvas,lágrimas y recuerdos de soledad.

En mi muy probable última entrada del año, la última que se corona con los dígitos 2013, quisiera sorprender cerrando con un clásico favorito (un viejo recurso bastante cínico para cuando uno no sabe qué escribir y se empecina en hacerlo), me refiero al TOP RANKING LISTA DE LOS 5 LIBROS MÁS IMPACTANTES QUE LEÍ DURANTE EL 2013 No puedo dejar de repetirme cuando miro un poco hacia atrás y me da por acordarme de los días y el rio de situaciones que vinieron fluyendo como luegos y más tardes y hasta nuncas,porque fue hasta más adelante fue dondepude detenerme a rectificar lo que ya venía diciendo desde el viejo enero: qué gran año. Lo digo sentada a la orilla de un rincón hundiendo mi cara en un libro,mi cara solo se asoma un segundo para mirar seriamente la cámara y atestiguar loshecho que me obligan a decir automáticamente "en efecto un buen año" y a continuación rápidamente me cubro de nuevo con las páginas en las narices. También mi yo en el salón de clases descubre esa cámara de testimonios y de alguna forma logra hacese un sonrisa y levanta tres pulgares que no mienten "efectivamente ha sido un muy buen año", no dice más porque no hay que agregar nada,la cámara imaginaria la abandona. La horda de cámaras llega hasta mí,me descubreperfectamente abrigada en mi habitación,encogidaporla escritura de esta entrada y conlas mejllas nutridas por un calor tipo tomate a diferencia de mi mano izquierda casi enmancipada por el frío,¿ señor micofono,usted me pregunta si etoy de acuerdo con las respuestas de mis espejos? No voy a quejarme, no se puede dudar que efectivamente ha sido un muy buen gran año. Y en todos los ámbitos. Amén. Desde la vista como lectora tampoco hay queja y cómo no si me topé con siete lecturas impactantes. 1. Cien años de soledad. Gabriel García Márquez.(La revelación. El que me sorprendió) - Pero...es el libro que supuestamente leen todos ¿no?- le dije mostrando mi cara de desagrado,él me lo estaba recomendando con cierta emoción y yo me negaba a creer que él pudiera ser de esos,contaminado de clichés.Es que no quise creer que algo que le gustara a todo el mundo pudiera ser bueno.Podriá claramente estar sobrevalorado. Sin embargo quedaba el hecho de a él le gustaba bastante y para mí era razón suficiente para enterrar los estigmas. Lo leí...me encantó amargamente. Amargamente porque me tragué palabras y rechazos,qué tarada había sido. Amargamente porque era la clase de libros que tienen un fin,un fin que no sabe a fin y que te perdura en el pensamiento varias semanas. Te acostumbras a entender a vivir el autor y cuando de pronto acaba es bastante duro enfrentarlo. La historia me supera totalmente,no sé cómo abarcar algo tan grandioso. Sencillamente maravilloso,obviamente un clásico bien justificado. De rato esa persona me encontró arrobada con la lectura,se paró incocentemete junto a mí,metió sus manos en los bolsillos al tiempo que le nacía una ,muyhermosaporcierto, sonrisa que me replicaba un "te lo dije". 2.El amante de la China del norte. Marguerite Duras. (Las hormonas. El que me hizo llorar) Una extensión de El amante,también obra de Duras. Me encantó por honesto,por sencillo,por la musicalidad que rezuman los amores,los rencores,las tensiones y la imposilidad de conciliar las diferencias que han fragmentado su hogar,su espacio,su cabeza y corazón. Encuentro fascinante la historia de la niña que enamora al chino y lo convirte en su amante, me gusta esa coquetería y dulzura con que se revive el romance entre la pareja. Un romance complicado y bordeado de lágrimas,aquí todos lloran y uno llora con ellos,de manera ahogada y tristísima. De los pocos libros que me han hecho soltar llanto,pero qué vida tan trágica Marguerite. 3. La historia interminable. Michael Ende. (Telaraña. El más me tuvo atrapada) Si suponen que este es un libro sólo para niños déjenme abofetearles el traserocon mi bota picu'a: es un libro para todods y de hecho debería ser leído por todos. Esconde un montón tesoros sobre las páginas. Uno se vuelve más creativo cuando lo lee,desde cuando tratar de ver ensu cabeza al mítico Atreyu hasta que trata de pensar que otras decenas deaventuras le habran esperado a x personaje porque desde luego el libro invita a pensar y no dejar de soñar ya que de una sola historia nacen otra decenas de historias y de estas y de las próximas surgen más ramificaciones,lo que harían en resumen de la primera, una historia interminable. Amé a cada uno de los personajes y criaturas de Fantasia,amé cada viaje,amé cada gota de sabiduría que ofrecía. Al terminar el libro te das cuenta de que Bastián,el héroe, no fue el único que hizo el viaje e hizo amigos y descubrió cosas de si mismo y aprendió de otras,uno mismo también lo hizo...pero esa es otra historia. 4. La ley de herodes.Jorge IbargÜengoitia. (El dolor de panza. El que me hizo reír mucho) Este no tiene nada que ver con la película del mismo nombre. Nada de eso. Se trata de anécdotas del autor obviamente narradas por él mismo y desde su voz como sifueran cosas de hace cinco minutos. Totalmente refescantes y divertidas,sostienes el libro conun eterna sonrisa porque te mueres de gusto,sí una cosa rebuena...Me reía incluso cuando no tenía porqué reírme. Lo curioso es qu hubo capítulos realmente verosímiles que me han parecido muy extraños,más que la ficción. Como sea ,muy recomendable. 5. Las uvas de la ira. John Steinbeck. (El indiscutible ganador. Lo mejorde 2013) Carajo. Qué buena novela. De alguna forma logró taladrarme el cerebro para dejarme un memo: todossomospersonas. Me cambió. Hizo conciencia sobre mí. Me hizo reflexionar y lo agradezco. Excelso. Como casi no tengo tiempo y las celebraciones me reclaman,me despido Que la pasen muy bonito y ojalá y no haya muchos atragantados con las uvas. Hasta el próximo año.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Querido lector...

Si tan solo pasabas por aquí por casualidad creo que deberías,digo si no vas a tener la suficiente educación como para saludarme, tan siquiera quedarte un ratito en tu sitio, y manteniendo los ojos bien abiertos y solícitos a todas estas palabras que conducen a algunas cositas que me "urgían" por comunicar presta,si me permites ser todavía más encajosa, atención  a todo esto que se me está cayendo de los brazos   e irremediablemente terminan por alejarse de mi poder  balanceándose dubitativamente sobre el aire  y con una lentitud que  hasta me permite moldear mi mejor cara de horror, perdiendo su compustura y desparramándose fatalmente sobre el blog y causando un mar de salpicones que sin querer cruzan,ay perdón,las pantallas.
Bookomaníaco está pasando por un  necesario cambio de imagen, hace tiempo que abrí este espacio,hace dos años si no mal recuerdo, y para ser sincera lo hice con mucha ingenuidad. Naturalmente he cambiado durante todo el tiempo que estuve desaparecida y ahora que vuelvo me doy cuenta de ello, ya nada de esto me convence, el estilo,el orden ni el modo en que manejaba el interior de mi guarida.
¿Que ya no voy hacer reseñas? Pues no y sí. Claro que seguiré compartiendo mis lecturas y haciendo las recomndaciones merecidas pero ya no las  llamaré "reseñas". Muchacho, dejemos las pretenciones a un lado y para siempre, realmente me siento  como una timadora al estar vendiendo mis humildes comentarios como críticas o reseñas, a mí eso me suena como asuntos muy no sé, profesionales y pues no,quizá  adelante pueda dedicarme a hacer eso y con permiso del gremio pero por ahora ,no. La reseñas ahora son Quimo de bookos.
A pesar de que la intención de Bookomaníaco es meramente literaria me reservo  el derecho a empezar a tocar otros temas más alejados  y afines a mis intereses,quién sabe en una de esas encuentras tu próxima afición,proyecto u obsesión o mínimo te ganas un buen lavado de cerebro,y vaya que lo necesitas pedazo de *insertar nombre genérico para fandom de cualquier saga supuestamente literaria y juvenil*...
En cuanto a la imagen sigo experimentando con ello,todavía no hay nada definido pero por el momento me gusta lo que voy logrando, pintando aquí y martilleando con puros clic por allá.
Me gustaría detallar todo sin embargo es mejor hacer acciones concretas.
Para cualquier novedad extra,edito.
Bookomaníaco empieza su etapa de crecimiento permenente.
Y ahora que te enteraste ya puedes retirarte...sólo si prometes volver.




Posted via Blogaway

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